La medicina alopática considera el dolor un síntoma que puede ir desde una sensación desagradable hasta otra insoportable, y que pone en evidencia la existencia de una alteración en nuestro organismo.
La Asociación Internacional para el Estudio del Dolor IASP, define el dolor como: Experiencia sensorial y emocional desagradable, que se asocia a una lesión real o potencial de los tejidos o que es descrito como tal por parte del paciente. Y añade que el dolor es siempre subjetivo, cada individuo aprende a aplicar el término a través de sus experiencias previas.
El dolor es un fenómeno en el que intervienen todos nuestros elementos. La parte física (el cuerpo), la parte psíquica (mente) y la parte anímica (yo, ego, esencia, alma, como cada uno quiera llamarle). Podemos entender el dolor como una sensación displacentera (física), asociada al miedo y al rechazo (psíquica) y que produce sufrimiento (anímica).
Cuando un escalador está llegando a la cima de una escarpada pared con las manos destrozadas no siente dolor alguno. ¿Por qué? Por que le falta el componente del miedo, el rechazo y el sufrimiento. Está feliz. Lo mismo sucede en los partos normales. Hay mucha diferencia entre unas parturientas y otras respecto a su forma de comportarse y al dolor que exteriorizan. Las mujeres que no sienten miedo y que no rechazan la situación, no sólo no sufren sino que se emocionan de felicidad. Sin embargo, aquellas que van con miedo o que por alguna razón no desean intensamente en su interior tener ese hijo (muchas veces es inconsciente) sufren tremendamente.
¿Y si no existe un proceso físico? Si se nos ha muerto un ser querido, por ejemplo. Tendremos rechazo a la situación, incluso miedo y por supuesto sufrimiento. Luego el componente físico no es imprescindible para sentir dolor. A pesar de ello es el único componente que habitualmente tenemos en cuenta. Por eso ante lo que llamamos normalmente “dolor” consideramos imprescindible analizar los componentes físicos, psíquicos y anímicos de la persona que lo sufre.
Cuando un paciente oye hablar al médico de la necesidad de visitar a un psicólogo, no debe ofenderse ni sentirse menospreciado. Desde nuestro punto de vista es bueno tratar el dolor de una forma multidisciplinar. Aunque lo ideal sería que el profesional que trate a un paciente con dolor crónico fuera capaz de verlo como un todo, como un ser humano completo con cuerpo, mente y “alma”. Si tiene dudas, que sea el propio profesional
el que consulte con otros especialistas, pero que no tenga que parcelar al paciente, repartiéndolo en compartimentos estancos. No hay que comportarse sólo como un profesional sino aunando también todo lo que se es. Ya que además de ser profesional también se es persona: madre, padre, esposo/a, hijo/a, persona de éxito o no, tímido, extrovertido. Es decir poner todas las vivencias personales y profesionales al servicio de quien nos pide ayuda.
En muchos casos, en el medico hace más falta la sabiduría de toda su experiencia humana que los conocimientos científicos puros y duros para reconocer cuántos “dolores” está expresando ese paciente con su dolor. Qué es lo que está gritando la persona a través del lenguaje corporal, qué no es capaz de expresar de otra forma.
El componente físico del dolor es más fácil de resolver. Se puede eliminar con medicación o bloqueos nerviosos.
El componente psíquico tendrá que ser tratado respecto al miedo y reflejos condicionados, con información. Cualquier persona que sepa lo que le está pasando, la importancia que tiene y cuánto le va a durar, tiene menos miedo. Y respecto al rechazo, habrá de resolverse trascendiendo el dolor, buscando las respuestas a ¿Por qué me pasa esto en este momento? ¿En qué me está beneficiando? ¿Qué puedo aprender de ello?
El componente anímico, prácticamente el más importante, se va resolviendo después del psíquico. Cuando la persona ha comenzado a informarse respecto a todo lo anterior y empieza a ver las cosas de otra manera, cambia el enfoque de su vida y de algunas creencias y eso le hace ver la botella medio llena en vez de medio vacía. Procesamos los acontecimientos dependiendo de la percepción que tengamos de ellos, y naturalmente, la percepción cambia con el “conocimiento” y “trascendiendo” situaciones.
Al cambiar el estado de ánimo de la persona, ésta segregará endorfinas y no sólo no sufrirá, aunque tenga el mismo problema físico, sino que tendrá muchas más posibilidades de mejorar su salud, ya que se potencia su sistema defensivo y todas las funciones orgánicas se desarrollarán mucho más armónicamente.
El componente anímico en ocasiones actúa sobre el componente psíquico, creando el componente físico.
«El dolor surge del corazón, el sufrimiento de la cabeza»