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El Hombre en busca de sentido

Viktor Frankl; "El hombre en busca de sentido"
Viktor Frankl

En 1993 se estrenaba “La lista de Schindler”. En ella Spielberg optó por mostrar el Holocausto en imágenes en blanco y negro, aunque si se repasa la película vemos que esto no es totalmente cierto: Hay un momento que coincide con el apresamiento de los Judíos del gueto de Cracovia para su traslado a los campos de concentración en los que se muestra a una niña vestida de rojo que vaga entre el caos. Más tarde vemos  a la misma niña en un carromato que acumula cadáveres y enseguida el espectador la identifica y siente una profunda conmoción,  mayor que toda la serie de atrocidades que tienen lugar en pantalla durante varios minutos. Spielberg conocía muy bien el potencial de individualizar dentro de la tragedia; un apunte individualizado rodeado de caos que ayuda a la identificación. Películas, libros, conferencias, juicios y actos conmemorativos son consustanciales a la tragedia desatada por los Nazis.

Tras la liberación de los campos de concentración Viktor Frankl regresa a Viena, su ciudad natal, y en un acto de catarsis escribe un breve libro titulado “Un psicólogo en un campo de concentración”. Frankl es esa niña vestida de rojo pero con un final feliz. Ha sufrido en varios campos:  Auschwitz, Dachau, y ha sobrevivido durante más de tres años. Y es esa niña de rojo porque Frankl nos presenta la tragedia desde el punto de vista del Psiquiatra; se desmarca de toda la producción de ajuste de cuentas, descriptiva de los horrores del día a día,  y ahonda en el comportamiento humano en sus horas más agónicas, salvajes y “sin sentido”.

Viktor Frankl (1905-1997) compartió ciudad y tiempo con Sigmund Freud y Alfred Adler y tenía una próspera carrera como Psiquiatra hasta que, a pesar de tener un visado para emigrar a Estados Unidos, decide quedarse en Viena para acompañar a sus padres en lo que, ya estaba claro,  se avecinaba. No cabe, sin embargo, tomar a Frankl como un superhombre: tuvo dudas sobre cuál debía ser su decisión y durante su cautiverio se dejó llevar por la desesperación y la dejadez, primeros síntomas de una muerte segura.

¿Es el amor un poder redentor y esperanzador que nos ayuda en los peores momentos?, ¿es posible tener una dentadura perfecta con condiciones higiénicas inexistentes durante largo tiempo?, ¿es mejor comer tu ración de pan diaria nada más tenerla o hay que dividirla en diversas tomas aún a riesgo de perderla o estropearla?, ¿es preferible una situación conocida por monstruosa que sea, a volver a tus orígenes y comprobar que no te quedan amigos, familiares, casa, o forma de salir adelante?

Todas estas preguntas y muchas más son revisadas desde un punto de vista psicológico por Frankl que al mismo tiempo que nos dice que no existen respuestas únicas, nos habla de un sentimiento muy personal: Aquellos que se sacrificaron por los demás, que suplantaron a amigos o familiares en filas de las que se desconocían el significado, que compartían o cedía su exiguo rancho diario, esos a los que llama “los mejores de nosotros”, en su mayoría no volvieron a casa.

“Un psicólogo en un campo de concentración” apareció por primera vez en 1946 con escaso éxito y fue el editor el que alentó  a Frankl para que añadiera una coda basada en enseñanzas sobre la logoterapia, escuela creada por el propio autor,  que ayudó al libro ya en el año 1963, y titulado definitivamente “El hombre en busca de sentido”, a convertirse en un auténtico éxito de ventas, hasta el punto que  la Library of Congress en Washington lo consideró como uno de los diez  libros de mayor influencia en América.

Viktor Frankl a lo largo de su vida ha defendido la logoterapia en contra de otras terapias conocidas y en algunos casos sumamente extendidas como el psicoanálisis; pero él lo explica mejor en el libro cuando dice que el psicoanálisis tal y como la gente lo entiende consiste en tumbarse y contar cosas que son muy desagradables de decir, mientras que la logoterapia se trata de sentarse, bien derecho y oír cosas que son muy desagradables de escuchar.

Los libros del padre de la logoterapia suman treinta y dos traducidos a veintinueve idiomas, siendo el que nos ocupa el más accesible de todos ellos por ser el menos técnico, ya que en él, nos toma de la mano y nos da un paseo por el barro, la nieve, la muerte sin sentido y el frío, el paralizante y desgarrador frío.




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