La impulsividad o conducta impulsiva es un mecanismo de defensa que evita el que la persona se pare a reflexionar sobre los aspectos y motivaciones de su comportamiento y, por lo tanto, frente a las emociones que estos le generan.
Un ejemplo de comportamiento impulsivo puede ser el acto de abandonar una relación por temor al abandono, o las compras compulsivas, o las adicciones. El individuo impulsivo no se para a sentir ni a pensar, solo se muestra reactivo para evitar reconocerse a sí mismo qué está pasando de verdad.
La personalidad Impulsiva también se caracteriza por la dificultad para aceptar los límites y por una baja tolerancia al estrés y la frustración. No es capaz, por ejemplo, de escuchar los miedos que pueden aparecer tras sus deseos, y se vuelve contra-fóbica, para no tener que soportar esa emoción.
Otras veces, la impulsividad es una estrategia para paliar la angustia, como sucede en el caso del trastorno límite de la personalidad, que sólo puede reaccionar, para salvarse de los sentimientos de vacío interior, cuando el mundo se torna amenazador y decepcionante.
Mecanismos de Defensa