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La adopción

 

Robert NeuburgerLa adopción es una practica solidaria, presente en la historia de la humanidad desde tiempos inmemorables. Existe mucha documentación clínica sobre los problemas que surgen después de una adopción, pero uno de los psiquiatras que más profundamente ha trabajado sobre esta temática ha sido el Doctor Robert Neuburger. Muchas de sus demandas de psicoterapia tienen que ver con las conductas agresivas de los hijos adoptados. ¿Por qué sucede esto? Una de las hipótesis que baraja el Doctor Neuburger está relacionada con la mítica común de estas familias, es decir, con la representación que ellos tienen de sí mismos como grupo. Muchos de los problemas de agresividad en niño/as adoptados/as tiene que ver, por tanto, con la dificultad para construir una identidad personal fuerte, debido, sobre todo, a algunas confusiones muy comunes.

¿Cuándo informar a los hijos que fueron adoptados?

En los años setenta surge una idea dominante entre los intervinientes (psicólogos, trabajadores sociales, instituciones…) en casos de familias adoptantes; la necesidad de informar a los niños adoptivos “lo antes posible” sobre la manera en que entran a formar parte de su familia. Pero entonces la pregunta es ¿Por qué no se informa igual a los niños biológicos?

El Doctor Neuburger no se opone a revelar esta información al hijo adoptivo, pero sí considera que saber elegir un momento u otro puede tener diferentes consecuencias. No es lo mismo introducir esta información cuando el hijo ha construido un vínculo afectivo con sus padres, y una certeza de pertenencia a la familia, que cuando esta certeza de inclusión aún está en proceso de construcción.

¿Cómo comunicar al hijo la manera en que entró a formar parte de la familia?

La manera de dar al hijo esta información también es importante, dice. No es lo mismo decir “eres un hijo adoptado” que “tu entraste en esta familia por adopción”

Neuburger introduce un poco de historia para aclarar este punto. En la antigua familia romana, por ejemplo, no existía esta dificultad. Allí el Pater familias podía hacer hijo a un esclavo o expulsar de la familia a un hijo biológico. La adopción era frecuente. En cualquier caso la entrada en el grupo no estaba marcada solo por la genética. En la Familia romana, la entrada en el grupo no estaba ligada a lo biológico, sino a la voluntad del padre. Esta pertenencia al grupo se producía mediante un ritual, donde por ejemplo un esclavo leal, pasaba a ser hijo, con los mismos derechos y las mismas obligaciones que los demás.

En su práctica clínica el doctor Neuburger ha comprobado los efectos que tiene esta situación. Los niños adoptivos pueden pensar que su estatus dentro de la familia es diferente al de los hijos biológicos. Es entonces donde se produce un interesante patrón: El hijo adoptivo que atribuye mucha importancia a lo biológico piensa que su estatus es inferior y se ocupará de confirmar sus sospechas sobre el hecho de no ser amado de la misma manera que un hijo biológico. Para ello pondrá a prueba el amor alegado por sus padres, con provocaciones, violencia, etc, hasta alcanzar los límites de tolerancia de los padres. Es entonces cuando él sentirá confirmada su hipótesis de que no es realmente amado. Entonces solo le quedará vengarse. Empeorar su comportamiento, reproduciendo el patrón circular de un guión- catástrofe.

Los grupos humanos no se constituyen por lo biológico, sino por lo social, dice Robert, cualquier hijo (adoptado, biológico, “probeta”, etcétera) entra en la familia a través de un acto civil.

La familia humana, es, ante todo, cultural. No existe un primado de lo biológico. Todo niño, independientemente de de la forma de procreación entra en su familia a través de un acto civil. Por lo tanto, el hijo adoptado tiene los mismos derechos y los mismos deberes que el hijo biológico. Incluidos los deberes alimenticios hacia los padres. El hijo adoptado, por tanto, no puede esperar privilegios diferentes, al tiempo que tampoco es menos hijo, ni menos nieto, ni menos sobrino, que otro hijo. La adopción plenaria conlleva filiación plenaria: el niño adoptado se convierte en el nieto de los padres de sus padres, en hermano de sus hermanos, sobrino, etcétera, igual que el resto de sus hermanos.

Es injusto e inexacto, afirma Robert, decir a un niño que él “es” un hijo “adoptado”. Esto es muy diferente a decirle que él entró en la familia por adopción, y si es el primer hijo, que además la familia se constituyó justo con su llegada porque antes, como es obvio, solo había una pareja. Esta distinción puede prevenir futuras confusiones en el idearios de los hijos, pero también de los padres, que en ocasiones dramatizan situaciones de conflicto dentro de la familia (entrada en la adolescencia, conflicto de ideologías, etcétera) por las que todas las familias pasan con sufrimiento, pero que ellos viven con particular angustia.

CONCLUSIONES

En cualquier época histórica la adopción ha sido un modo de reparación social, una inclusión ventajosa para ambas partes; adoptados y adoptantes, donde la entrada en la familia de niños desamparados, abandonados, huérfanos de guerra, etcétera, proporcionaba a la familia un orgulloso mito de solidaridad. Entonces, ¿Qué está pasando ahora?

Para responder a esta pregunta, Robert, después de relacionarse con diferentes intervinientes (padres, terapeutas, servicios sociales, etcétera) observa el mito social compartido;. Los avances en psicoterapia sistémica constructivista florecieron gracias a la permanente contextualización de las problemáticas familiares en aquellos otros sistemas en los que se encuentran inscritos. En este caso la norma social, definida como la ideología dominante en un época histórica puede reportar dos problemas, debido a 1) una norma: la necesidad de revelar lo antes posible la verdad de la filiación al niño adoptado. Y 2) una creencia: la sobre-importancia que se da a los aspectos genéticos sobre los culturales.

Robert revisa esta creencia en relación con otros momentos históricos donde se pensaba que era preferible retrasar el momento de la revelación para proteger al niño de ser designado socialmente por su particularismo.

Una norma de verdad se transforma rápidamente en una moral de verdad, dice Robert, que puede tener efectos persecutorios, intrusivos y paralizantes.

En los casos de adopción la norma actual de “revelar lo antes posible” sin esperar que el injerto mítico agarre, puede tener como resultado que los lazos afectivos entre los padres adoptivos y su hijo no lleguen a fortalecerse, y que el sentimiento de seguridad y valor que brinda una sólida pertenencia no conquiste el tiempo necesario para constituirse.

Este artículo es un resumen del capítulo 5 “Adopción y mito de realidad” del libro “La familia dolorosa” del Doctor Robert Neuburger.





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