La psicología de la motivación se ocupa del estudio de las causas que favorecen la aparición de una conducta y de los objetivos que ésta persigue. Toda conducta tiene un propósito, aunque en ocasiones no sea sencillo de descifrar, pues detrás de toda comunicación humana se esconde una intención respaldada por un deseo. Lo que la psicología de la motivación estudia es el por qué se ha realizado determinado acto, desde qué intencionalidad, cuál es la dirección que persigue, desde qué parte de la persona nace esa conducta, qué busca, qué pretende y para qué se realiza.
En principio se comenzó a investigar el estímulo, es decir, el objeto de deseo, como uno de los desencadenantes de la conducta, y se vio que había dos tipos de estímulos; agradables y desagradables, que desencadenaban dos tipos de respuestas; acercamiento y huida, y se comprobó cómo el grado de motivación que el estímulo era capaz de despertar para provocar una conducta de acercamiento, dependía de su valor, de la necesidad del sujeto y del esfuerzo que había que realizar para conseguirlo.
Aun así, enseguida se comprobó que la cosa no era tan sencilla. Pensemos en un estímulo, por ejemplo el dinero. El dinero, puede motivar muchas conductas (no todas nobles) dependiendo de la cantidad, del esfuerzo necesario para conseguirlo y de la necesidad o valor que se le dé, (mil euros no significan lo mismo para todos) sin embargo aún hay demasiadas variables en juego (grado de ambición, límites éticos individuales…) que hacen dudar si el estímulo y sus características dan para explicar la motivación de demasiadas conductas.
A partir de ese momento la psicología propuso una nueva definición; la motivación intrínseca, donde el incentivo no era tan claro ni visible. El ser humano realiza muchas conductas (investigar, batir una marca deportiva, pintar al óleo) que parecen en sí mismas estimulantes y donde el incentivo no es ni visible ni cuantificable.
Existen muchas conductas que no comprendemos y que nos mantienen perplejos, incluso nos hacen sufrir, pues no encontramos qué motivación impulsó a la persona a realizarla. De hecho, descubrir la motivación que impulsa a un ser humano a realizar ciertos actos a veces resulta una labor policiaca. Eso no significa que no exista. Ninguna acción nace porque sí, siempre conlleva una dirección y un motivo, incluidos los síntomas psicológicos.
Freud fue el primero en demostrar esto en el caso de su paciente Dora. Esta muchacha era traída a su consulta tras experimentar una parálisis corporal que no estaba sustentada por ninguna patología orgánica, de hecho su parálisis aparecía y desaparecía misteriosamente.
Tras varias sesiones, el ojo clínico de Freud descubrió que existía una clara relación entre la aparición de la conducta de Dora (hacer los síntomas de parálisis) y la actitud de su padre. Freud descubrió que la sintomatología de Dora aparecía coincidiendo con los acercamientos del papá y una señora, amiga de la familia, lo que conducía a la conclusión de que la conducta de Dora venía motivada por una tentativa (probablemente inconsciente) de preservar su familia.
En definitiva, puede decirse que la motivación es el motor del comportamiento (aunque haya motivaciones difíciles de desentrañar) incluso del no comportamiento, ya que cuando no hacemos absolutamente nada detrás puede esconderse una motivación de pereza, de protesta, incluso de conservar la propia vida.
La psicología Sistémica Constructivista aborda la motivación humana desde la comprensión de las causas lejanas que desencadenaron las conductas y los estilos de comunicación en las personas, estudiando la relación entre los acontecimientos vividos en las familias y la cristalización en el presente de las distintas identidades individuales y sus maneras de relacionarse consigo mismas y con el mundo.
Desentrañar los motivos de estas conductas en ocasiones nos conduce a la comprensión, al alivio, y a la posibilidad de construir algo nuevo que se ajuste mejor a nuestras necesidades actuales.