
El estrés es una respuesta del organismo frente a dos tipos de situaciones; cuando la demanda de cualquier tarea resulta excesiva, y cuando existe la percepción de peligro. La función del estrés, por lo tanto, consiste en movilizar recursos psicológicos y fisiológicos para hacer frente a los desafíos de la vida.
Una cierta dosis de estrés puede beneficiar el rendimiento y la motivación a la hora de enfrentarse a un asunto, pues consigue que nuestro rendimiento se eleve, el problema viene cuando el grado de activación fisiológica resulta insostenible y la sensación de estrés es soportada durante largo espacio de tiempo por considerar que la situación sobrepasa nuestros recursos personales para abordarla.
Los principales síntomas de estrés son:
- Sensación de tensión y agitación
- Sensación de ansiedad
- Estado constante de preocupación con gran actividad de pensamientos que se disparan
- Agotamiento físico y psicológico.
Estos síntomas pueden ir acompañados de:
- Sentimientos de enfado, hostilidad, irritabilidad
- Pensamientos depresivos
- Problemas de sueño
- Dolores intestinales y musculares.
El grado de estrés experimentemos dependerá de:
- Las características de la persona y su fe en las capacidades propias
- El apoyo social y afectivo con que se cuente
- Las características de la situación estresante
Una situación es estresante cuando:
- Amenaza nuestra seguridad física o psicológica
- Atenta contra nuestros principios éticos y valores fundamentales
- Exige sobre-esfuerzo
- Obliga a elegir entre dos caminos imposibles; toma de decisiones
- Pasa mucho tiempo sin que acaben de solucionarse
- Se caracteriza por una complejidad de elementos que no controlamos.
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El estrés empieza a ser preocupante cuando no encontramos una causa clara que lo mantiene, o cuando las situaciones, pese a conocerse, no acaban nunca de resolverse e impiden que nuestro organismo se recupere y vuelva a su línea base de descanso, desde donde poder afrontar la vida con serenidad.