Las sociedades individualistas son sistemas donde se valora la identidad individual por encima de la grupal y se promueven ideales de competición frente a los de colaboración. En las sociedades cooperativistas, en cambio, los valores que triangulan las relaciones entre las personas se basan en la cooperación, el bien común, y el sentido de pertenencia. En estas sociedades el desarrollo del sí mismo está fuertemente conectado a la construcción de lazos afectivos sólidos con el resto del grupo, y es menos frecuente encontrar individuos de rasgos Narcisistas.
Algunos estudios de sociología y psicología (Roland, 1992, por ejemplo) nos hacen reflexionar sobre cuáles son las consecuencias profundas que suponen para las personas formar parte de las sociedades individualistas. La capacidad para resistir el estrés y evitar sentimientos de soledad está fuertemente relacionada con la posibilidad de construir relaciones comprometidas y solidarias.